La Vuelta de Martín Fierro - Capítulos XXV y XXVI
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XXV
932
Después de muy pocos días,
tal vez por no dar espera
y que alguno no se juera,
hicieron citar la gente,
pa riunir un contingente
y mandar a la frontera.
933
Se puso arisco el gauchaje:
la gente está acobardada;
salió la partida armada
y trujo como perdices
unos cuantos infelices
que entraron en la voltiada.
934
Decía el ñato con soberbia:
"¡Esta es una gente indina!
Yo los rodié a la sordina:
no pudieron escapar;
y llevaba orden de arriar
todito lo que camina."
935
Cuando vino el Comendante
dijeron: "¡Dios nos asista!"
Llegó les clavó la vista
(yo estaba haciendome el zonzo);
le echó a cada uno un responso
y ya lo plantó en la lista.
936
"¡Cuadráte!", Le dijo a un negro.
"Te estás haciendo el chiquito,
cuando sos el más maldito
que se encuentra en todo el pago.
Un servicio es el que te hago,
y por eso te remito."
A OTRO
937
"Vos no cuidás tu familia
ni le das los menesteres;
visitás otras mujeres,
y es preciso, calavera,
que aprendás en la frontera
a cumplir con tus deberes."
A OTRO
938
"Vos también sos trabajoso;
cuando es preciso votar
hay que mandarte llamar
y siempre andás medio alzao;
sos un desubordinao,
y yo te voy a filiar."
A OTRO
939
"¿cuánto tiempo hace que vos
andás en este partido?
¿Cuantas veces has venido
a la citación del juez?
No te he visto ni una vez:
has de ser algún perdido."
A OTRO
940
"Este es otro barullero
que pasa en la pulpería
predicando noche y día
y anarquizando a la gente:
irás en el contingente
por tamaña picardía."
A OTRO
941
"Dende la anterior remesa
vos andás medio perdido;
la autoridá no ha podido
jamás hacerte votar:
cuando te mandan llamar
te pasás a otro partido."
A OTRO
942
"Vos siempre andas de florcita:
no tenés renta ni oficio;
no has hecho ningún servicio;
no has votado ni una vez.
¡Marchá!... Para que dejés
de andar haciendo perjuicio."
A OTRO
943
"Dame vos tu papeleta:
yo te la voy a tener.
Esta queda en mi poder;
despúes la recogerás,
y ansí, si te resertás,
todos te puedan prender."
A OTRO
944
"Vos, porque sos ecetuao,
ya te querés sulevar;
no vinistes a votar
cuando hubieron eleciones;
no te valdrán ececiones:
¡yo te voy a enderezar!"
945
Y a éste por este motivo
y a otro por otra razón,
toditos, en conclusión,
sin que escapara ninguno,
jueron pasando uno a uno
a juntarse en un rincón.
946
Y allí las pobres hermanas,
las madres y las esposas
redamaban cariñosas
sus lágrimas de dolor;
pero gemidos de amor
no remedian estas cosas.
947
Nada importa que una madre
se desespere o se queje,
que un hombre a su mujer deje
en el mayor desamparo;
hay que callarse, o es claro
que lo quiebran por el eje.
948
Dentran despúes a empeñarse
con este o aquel vecino;
y, como en el masculino,
el que menos corre, vuela,
deben andar con cautela
las pobres, me lo imagino.
949
Muchas al Juez acudieron,
por salvar de la jugada;
el les hizo una cuerpiada,
y, por mostrar su inocencia,
les dijo: "Tengan pacencia
pues yo no puedo hacer nada."
950
Ante aquella autoridá
permanecían suplicantes,
y, después de hablar bastante,
"Yo me lavo"; dijo el Juez,
"Como Pilatos los pies:
esto lo hace el Comendante."
951
De ver tanto desamparo
el corazón se partía;
había madre que salía
con dos; tres hijos o más,
por delante y por detrás,
y las maletas vacías.
952
"¿Dónde irán?", Pensaba yo,
"¿a perecer de miseria?
Las pobres, si de esta feria
hablan mal, tienen razón;
pues hay bastante materia
para tan justa aflición."
XXVI
953
Cuando me llegó mi turno
dije entre mí: "Ya me toca",
y aunque mi falta era poca
no sé por que me asustaba;
les asiguro que estaba
con el Jesús en ia boca.
954
Me dijo que yo era un vago,
un jugador, un perdido;
que dende que fí al partido
andaba de picaflor;
que había de ser un bandido
como mi antesucesor.
955
Puede que uno tenga un vicio
y que de él no se reforme,
mas naides esta conforme
con recebir ese trato:
yo conocí que era el ñato
quien le había dao los informes.
956
Me dentro curiosidá,
al ver que de esa manera
tan siguro me dijera
que jué mi padre un bandido;
luego, lo habrá conocido,
y yo inoraba quien era.
957
Me empeñé en aviriguarlo;
promesas hice a Jesús;
tuve por fin una luz
y supe con alegría
que era el autor de mis días
el guapo sargento Cruz.
958
Yo conocía bien su historia
y la tenía muy presente:
sabía que Cruz, bravamente,
yendo con una partida,
había jugado la vida
por defender a un valiente.
959
Y hoy ruego a mi Dios piadoso
que lo mantenga en su gloria;
se ha de conservar su historia
en el corazón del hijo;
el al morir me bendijo
yo bendigo su memoria.
960
Yo juré tener enmienda
y lo conseguí de veras;
puedo decir ande quiera
que, si faltas he tenido,
de todas me he corregido
dende que supe quién era.
961
El que sabe ser güen hijo
a los suyos se parece;
y aquel que a su lado crece
y a su padre no hace honor,
como castigo merece
de la desdicha el rigor.
962
Con un empeño costante
mis faltas supe enmendar;
todo conseguí olvidar,
pero, por desgracia mía,
el nombre de Picardía
no me lo pude quitar.
963
Aquel que tiene güen nombre
muchos dijustos se ahorra,
y entre tanta mazamorra
no olviden esta alvertencia:
aprendí por esperencia
que el mal nombre no se borra.
Continúa en capítulos XXVII y XXVIII >>
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